11/8/14

Domangos

Esta no es mi historia...
Pero me acuerdo que llevaba un tiempito trabajando en el café.
 Por ese entonces llegaba casi todos los días con un poco de angustia a trabajar los domingos, pero era el único día que me  llenaba la guata de comida rica, desajuniors y unos cafés pulentos, que me quitaban esas mañanas medias raras que tuve por aquel entonces. Además de conocer gente que por razones muy comunes llegaban y te conversaban por atenderlos... y conversar vale decir, es un gran placer de la vida.
La cosa bien sencilla, como por no decir cuento corto, es que siempre iban unos tipos -tres para especificar- ya viejones, (podrían haber sido mis abuelos, tío abuelos, loqueseabuelos) y se sientan- porque supongo que aún lo hacen- en la mesa número dos, de izquierda a derecha, para 4 personas, una de las más codiciadas y peleadas por los tatitas canutos a la 12 del día. Y es que ese día estaban reunidos estos tipos, que por lo que analizaba yo, hablaban de negocios, y pedían el mercurio o la tercera y de sus bocas salían cifras y blabla. Dos de ellos eran hermanos, uno era como el hermano bajito y el otro era una copia exacta, de pelo blanco blanco, lleno de canas y una pelá, tipo sacerdote jesuita, pero más alto. EL otro, era como nada que ver, de pelo oscuro medio pelado, muy chileno, no sé como describirlos la verdad, sería en vano, no tenían nada de especial.  Yo los atiendo muy amablemente, se toman sus cafés (que yo serví) hablan de negocios, piden la cuenta, yo miro de reojo, pienso en la inmortalidad del cangrejo y yo pajarona siempre, ahí en la barra, me tardé un poco en despavilar, y aliviané el pasito para ir donde la mesa dos. Y yo juraba, antes de percatarme del gesto técnico de la muñéca para pedir la cuenta, que querían más café.
 Me acerco un chiquitito, y yo pregunto "¿Si?", con ese si como largo, y me dicen "oiga le puede dar un besito a mi amigo". Mi cara de "nada" debe haber transmitido mucho, y el caballero me vuelve a repetir lo dicho anteriormente, y yo vuelvo a poner la cara, pero ahora me río, una risa nerviosa. Después el otro, no sé cuál, me dice, "dígale que no, que es muy feo". Silencio
Varias cosas quisiera detallar de la situación:
-No hay nada de provocativo en  ser mesera y trabajar en un café
-¿Qué?
-¿Por qué me puse a reir?
-Acoso nivel público
-Varios

La cosa es que me fui, no le dije nada, le lleve la cuenta, baje las escalas y me puse a llorar. Pero no por lo que me dijeron, si no que porque fui incapaz de decir algo. Sentí años de machismo en mi espalda en una situación de 3 minutos y por eso esta no es mi historia.

2 comentarios:

Pablo Kohler dijo...

Al final no me queda claro si realmente te ocurre a ti o es de otra persona la vivencia, pero puta que da rabia. Pero como decía un viejo pascuero "la vergüenza es un sentimiento revolucionario".

Saludos Ana, espero que estés súper bien :)

kiwi ~ dijo...

Pablito .. me ocurrió a mi, en mi otro trabajo, pero sentí que era necesario explicar que pese a ser una historia personal, se enmarca en un contexto social terrible charcha.. bacan que estés escribiendo aqui.. un abracito :)